Por Julián Mocoroa
Foto y Video: Ro Brunaga
Foto y Video: Ro Brunaga
Un teatro de Flores casi desierto a la hora señalada: las 19 hs, como anunciaban los afiches que toda la semana previa empapelaron muchas de las avenidas porteñas. No superaban las cuarenta personas, esos que se arrimaron con los primeros acordes de Remember, banda oriunda de San Justo que se encargó de telonear en primer orden a Sin Ley. El cuarteto supo amenizar la espera interpretando covers de bandas de diversos estilos, todos tocados con una impronta punk californiana, al mejor estilo Nofx. Se fueron del escenario sin tocar ni un solo tema propio, desaparecieron ante la misma cantidad de gente había al momento de arrancar.
Torch
pisó el escenario con no más de setenta personas desparramadas por todo el
local de Flores, la mayoría sentada, la totalidad, cuando la tortura llegó a su
fin. La estética del cantante, la postura de su bajista, o los covers recontra
quemados que intentaron hacer sonar, indicarían que la intención de la banda es
tocar punk rock. Lo cierto es que Torch lejos está de ser punk, lejos está de
ser música. El trío liderado por su cantante, quien no se cansa de sacar a
pasear instrumentos, hizo un show interminable. Trompeta, violín, piano,
cuatro, teclados, acordeón, bajo, armónica, fueron parte de los instrumentos
que el cantante aporreó en el escenario. Un señor mayor se los iba alcanzando
al tiempo que con gestos –desmesurados como los de un tipo que no tolera que su
hijito pierda al fútbol en una placita- incentivaba al papelón a ese tipo que
por momentos no se sabía si cantaba en un español mezcla chillón y gangoso, o
vaya a saberse en qué idioma. Fue lo más parecido a entrar gritando por el
medio de una iglesia en un casamiento “la novia es una cornuda”: finalizado su
repertorio la sensación general era que nada sería capaz de levantar semejante papelón.
Mientras los Torch seguían cargando el flete con la docena de instrumentos, el
Teatro de Flores era un sepulcro. Hasta el sonidista no se animaba a poner
música, todo fue silencio hasta que un enojado del público despertó: ¡Ponete un
tema la puta que te parió! Se fueron prendiendo algunos más, el sonidista
tímidamente cumplió y lentamente fue resucitando el muerto.
Para
las nueve de la noche unas cuatrocientas personas esperaban la salida del
conjunto quilmeño, pero lejos estaba de completarse la totalidad del recinto.
De a uno, y envueltos en una tenue luz, los músicos de Sin Ley fueron
ubicándose en el escenario. Lentamente, como dándole tiempo a esos otros
doscientos tipos que entraron cuando los primeros acordes de A Malvinas encendieron las luces de un
escenario que comenzaba a ser respetado.
Al
tiempo que el primer pogo de la noche se desataba, por la pantalla de atrás del
escenario la imagen un tren comenzaba a avanzar. Todo el recital iba a estar
acompañado de proyecciones que al igual que la lista de temas, recorrieron en
orden toda la trayectoria de la banda, desde aquellos inicios por fines de los
años ochenta, hasta la actualidad. El tren de la pantalla se detenía cada tanto
en una estación que marcaba el año de cada disco de la banda, comenzando en ese
momento a sonar los temas del mismo. La noche tenía el condimento especial de
que se sabía estaba siendo registrada en imágenes y audio que formaran parte
del primer DVD del grupo. La banda arrancó con temas de sus primeros demos,
algunos como Solos y Aburridos, Papa o Nos Mintieron, que rara vez el conjunto repasa en vivo.
A medida que las proyecciones y los temas avanzaban, la nostalgia crecía en misma intensidad que el pogo, y el tren seguía rumbo. Los fanáticos allí presentes no dejaron en ningún momento de corear todas las canciones y de sudar hasta la última gota en cada pogo. Ya no quedaban vestigios de la amargura telonera. En igual orden que la aparición de sus discos las canciones iban sonando, enganchadas sin dar respiro a nadie. Los clásicos de Un Kilme resucitado fueron las primeras grandes fiestas de la noche, resaltando entre ellos Raros deslumbrados y Sin saber de vos. El sonido fue perfecto, acompañó de manera prolija toda la presentación, permitiendo escuchar con claridad los arreglos de guitarra, muy bien divididos entre sendos guitarristas: Curly Curley con solos y detalles más melodiosos o tropicales, y los de Javier, rockeros que marcan bien la esencia punk de la banda. Ya a nadie sorprende como Sin Ley mezcla a la perfección el punk rock directo y sencillo con otras melodías más cumbieras logrando que su público las festeje y baile a todas por igual. Notorio para esta clase de shows fue la puesta de luces, sin grandes despliegues pero claramente pensado, cosa que jamás ocurre para con las bandas punks nacionales. El concierto fue atravesando diferentes climas, siendo lo más emotivo de la noche el reconocimiento del público cuando la pantalla proyectó la fotografía de Santiago Rossi, ex guitarrista de la banda fallecido años atrás. Sin Ley le brindó un claro homenaje con el tema Compañero, para luego dejar lugar a la ovación y recuerdo de la gente: “ole, ole, ole, ole, Santy, Santy”.
A medida que las proyecciones y los temas avanzaban, la nostalgia crecía en misma intensidad que el pogo, y el tren seguía rumbo. Los fanáticos allí presentes no dejaron en ningún momento de corear todas las canciones y de sudar hasta la última gota en cada pogo. Ya no quedaban vestigios de la amargura telonera. En igual orden que la aparición de sus discos las canciones iban sonando, enganchadas sin dar respiro a nadie. Los clásicos de Un Kilme resucitado fueron las primeras grandes fiestas de la noche, resaltando entre ellos Raros deslumbrados y Sin saber de vos. El sonido fue perfecto, acompañó de manera prolija toda la presentación, permitiendo escuchar con claridad los arreglos de guitarra, muy bien divididos entre sendos guitarristas: Curly Curley con solos y detalles más melodiosos o tropicales, y los de Javier, rockeros que marcan bien la esencia punk de la banda. Ya a nadie sorprende como Sin Ley mezcla a la perfección el punk rock directo y sencillo con otras melodías más cumbieras logrando que su público las festeje y baile a todas por igual. Notorio para esta clase de shows fue la puesta de luces, sin grandes despliegues pero claramente pensado, cosa que jamás ocurre para con las bandas punks nacionales. El concierto fue atravesando diferentes climas, siendo lo más emotivo de la noche el reconocimiento del público cuando la pantalla proyectó la fotografía de Santiago Rossi, ex guitarrista de la banda fallecido años atrás. Sin Ley le brindó un claro homenaje con el tema Compañero, para luego dejar lugar a la ovación y recuerdo de la gente: “ole, ole, ole, ole, Santy, Santy”.
Con
los temas de su anteúltimo disco Mafisima,
la banda interpretó las dos canciones que tiene video clip tocando encima
de los mismos. Fue durante Mi dulce Sol y Infractora, el segundo un video donde
Dudu se muestra trabajando en algo a lo que se dedica más allá de la música, la
jardinería. Ya iban algo más de treinta canciones y la voz de Dudu seguía
batallando como a lo largo de los veinticinco años de la banda, aunque a
diferencia de aquellos primeros años donde todo era menos profesional, en el
Teatro de Flores, el cantante de Sin Ley se comió el escenario y demostró que
sin dudas comanda al grupo con mucha solvencia.
Luego
del repaso de todos los discos llegó el momento de hacer sonar Delirio Fatal
Agitado, su último trabajo. El público aceptó cada canción como si ya fuesen
viejas conocidas, las cantó y pogueó al igual que todas las anteriores. En este
último trabajo es donde Sin Ley muestra más esa variedad de ritmos. Muy
acoplados el bajo y la percusión en los temas que faltos de guitarras furiosas
experimentan en ritmos difíciles para un público no tan permisivo a la hora de
innovar, caso como Se me olvidó. Sin
dudas Mentís desnuda fue uno de los
más coreados de D.F.A., junto con Tu
desprecio. Aunque el pogo más grande para esta parte de la lista fue con
Salve, canción que arranca con una suave balada raspada en la voz de Dudu. El
cierre de la noche fue con un viejo clásico: A los chicos de mi barrio, el
himno de Sin Ley. Después de más de cuarenta canciones en dos horas de recital,
el público tenía fuerzas para un último tema. Los músicos saludaron, se fueron
del escenario, pasaron muchos minutos y la gente siguió cantando: “vamo´,
vamo’, vamo’ los Sin Ley´, vamo…”.
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