¡SALVE,
SIN LEY!
La primera vez que vi a
Sin Ley en vivo fue a principios de los noventas, en Cemento, mítico reducto
porteño que terminó por desaparecer luego de la tragedia de Cromañón. Aquella vez, teloneros de Flema, los
muchachos de Quilmes me deslumbraron con una propuesta muy diferente a la del resto
de las bandas del entonces. Hoy me resulta más fácil darme cuenta qué fue lo
que me llamó tanto la atención, al punto de convertirme en fanático de la
banda. Hoy, después de presenciar el recital que Sin Ley brindó el pasado 3 de
noviembre en Groove, recuerdo cada instante de aquel recital en Cemento, y
vuelvo a sentenciar: son distintos.
Con la excusa de presentar
Delirio Fatal Agitado, su nueva placa, estos sobrevivientes del Punk Argentino,
reunieron unas seiscientas cincuenta personas a quienes les regalaron una
excelente y artística noche. Digo artística y no me equivoco. Es agradable pagar
una entrada para ver un recital, y no encontrarse con una escena que simule un
bar. Músicos mostrando que saben tomar alcohol, aunque sus cuerpos y palabras
digan lo contrario. Sin Ley se dedica a tocar, a interpretar canciones. Todo un
logro.
Delirio Fatal Agitado es
un disco donde la banda deja bien claro que le chupa un huevo lo que vayan a
decir los fanáticos. Apuesto hasta lo que no tengo, que cualquiera de los
músicos de Sin Ley sabe que su público, en la víspera de un nuevo disco, espera
esos temas rápidos que invitan al desahogo, al pogo furioso. Pero en este nuevo
trabajo, solo Desprecio y Salve, nos dan un poco de esa medicina. Y
en Groove, los presentes se desahogaron cantando Mentís desnuda, A 1000 del 3000, Dos en la Galaxia y Si me faltas amor,
todos temas con menos revoluciones, pero
con ritmos y letras que te hacen escupir toda la peste que uno lleva dentro. No descubro nada si digo que Sin ley
mete ritmos cumbianteros —cumbia
de la buena, aclaremos—. Pero
sí vale decir que hoy, esas tímidas intenciones con las que me deslumbraron en
el célebre Cemento, las de mezclar punk con otros ritmos, se vuelven realidades
sólidas y concretas. Logran un estilo personal, un sonido particular, un tuco único.
El reparto de figuras es
muy discutible. Algunos dirán que la carraspera voz del frontman anti frontman
de Dudú, es la que comanda el barco; que en D.F.A
se pueden entender las letras con claridad, cosa que antes no siempre
pasaba. Otros bien podrán decir que la presencia mística de Curly Curley, en sus
voces y sus guitarras que parecen salir de un grandes éxitos de Los Lamas, son la marca distintiva de la
banda. Lo cierto es que el resultado de
la fusión de esos elementos, sumado al bajo puro huevo de Gomita, las guitarras
de un Javier cada día más suelto y encontrando su lugar en el escenario, la
bestial batería todo terreno de Mariano, y la percusión distintiva y el aguante
vocal de Chapu, terminan plasmando ese Delirio Fatal Agitado que cada
espectador bendijo en cada pogo, en cada aplauso. Los años no le pasaron en
vano a Sin Ley. Y mérito y prueba de ello es la convocatoria, que sin sello
atrás y con escasa publicidad, superó a la de otras bandas representativas del
género, que deben unirse para realizar recitales con menor cantidad de público.
Fueron unas dos horas de
recital, unas treinta canciones. Buen espectáculo visual, cálido y sobrio.
Aceptable sonido que fue de menos a más. Sonó casi todo Delirio Fatal Agitado. Y
de regalo para los presentes, arrancó la noche con el flamante video Dos en la galaxia en pantalla gigante. El clip es la muestra fiel de la
maduración del grupo. En la misma línea que el video de Mi dulce sol, pero más oscuro que este, y con los integrantes
mostrando sus caras. No es un dato menor. Era tiempo de que Sin Ley presente a
sus integrantes. Tiempo para que Dudú salga del bunker capuchezco, y muestre el
alma que pronuncia semejantes letras.
Sin Ley respeta a su
público. Tiene un concepto artístico definido. Me animo a decir que Delirio
Fatal Agitado, es la maduración perfecta del genial disco InFeliz. Aún a
sabiendas que muchos de los temas “nuevos” datan de hace tiempo. Es un placer
encontrarnos con un disco que no busca mover el culito de la pendeja oligarca
devenida en “rockera”, ni tampoco hacer un culto estúpido de la cerveza, la
vagancia y la autodestrucción. Sin Ley es eso que asomaba ser aquella noche de
Cemento. O Tal vez el tiempo se suspendió para mí.
Nota: Julián
Mocoroa
Fotos: Sin Ley Web
Oficial
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